Tanatologia

Curándome y sanándome a través de mis pérdidas

Giazul Ramos
“Cuando más densa es la oscuridad, pronto llegará la luz de un nuevo amanecer”

Cuando experimentamos la pérdida de un ser querido, sentimos un vacío tal que resulta imposible imaginar un día sin esa persona en nuestra vida.

Este proceso y camino que se recorre es un darse cuenta continuo, después de hoy todo es diferente, nada es ni será igual cuando un ser querido ha muerto. Hay un cambio que se percibe en el tiempo en todo momento, en todo lugar; a veces el negociar con esta verdad presente es de alguna forma un consuelo.

Sin embargo, pronto el darse cuenta que seguimos en un episodio sin aparente fin, se apodera nuevamente del presente y aparece una pregunta: ¿Negociar? 

¿Negociar qué? Esto tan increíble, tan sin sentido, está ocurriendo. El dolor invade mi ser al darme cuenta que hoy vivo la realidad.

Un nuevo comienzo quizá. Los sentimientos se confunden sin cesar.

Expresar el dolor es imposible, pues es tanto; se prescinde de la persona que se ama y a la vez nos amaba, mi identidad está en juego pues mi ser querido con su consuelo, apoyo y cariño confirmaba mi existencia en el aquí y ahora.

La vida tiene esta realidad existencial que es la muerte, que con sus diferentes matices se funde para obtener difíciles transiciones; ante lo fáctico y sin sentido de la vida aparece lo facultativo del hombre, la gran posibilidad de elegir una actitud digna frente al destino inevitable, ante lo que no se puede cambiar.

El ser humano ante la adversidad es un ser libre para decidir y actuar, asumiendo una postura frente a lo inmodificable  y quizás a través de esta elección al final encontrar un sentido a la vida experimentando esta forma de vida resiliente en el duelo por la pérdida de un ser querido.

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